La diferencia educativa entre Tony Pierre, un haitiano de 23 años de edad que llegó hace menos de un año a la República Dominicana, y la del dominicano Juan Antonio Pérez, de igual edad, es muy poca, si ambos son mirados en profundidad.
Tanto el primero como el último exhiben buenos modales, con facilidad en la conversación, razonamiento de sus argumentos, modo de vida civilizada y una visión propia del mundo académico.
Sin embargo, en su camino por el residencial Carmen Renata III, en el sector Pantoja, Santo Domingo Oeste, a Pierre le tocó confrontar a un dominicano mayor de 40 años de edad, quien lo abordó de manera coloquial, como se suele hablar con los de su nacionalidad.
Ante la respuesta de Pierre, quien se percibió pausado y concreto, quedó evidenciada la injusticia del estigma social que no solo padece este país, sino muchos, basado en el color de piel, la pobreza y el tema de la inmigración.
“Lo que ocurre es que los haitianos que tu ve que llegan aquí, los que generalmente predominan en calles y otras labores, vienen de campos. Mis padres se preocuparon siempre por educarme y por eso yo hablo varios idiomas”, le respondió el joven al criollo.
¿Una injusticia?
Por décadas el tema haitiano, agravado cada día por el impacto de la crisis y las bandas, se ha manejado en forma polarizada por sectores de cada país, quienes buscan por todos los medios despojar sus argumentos de toda reflexión crítica.
En cada punto álgido de las relaciones bilaterales, se ponen de relieves discursos públicos que se asemejan más a competiciones sobre quien incita más al enfrentamiento, que a la búsqueda de solución mediante el debate de ideas.
Expresiones como una eventual invasión haitiana, han supuesto históricamente una barrera que evita una discusión democrática que derive en un razonamiento en sobre cuestiones que unen a ambos pueblos, para generar tolerancia y desarrollo.
Contrario a lo antes mencionado, quien planteara en público esa posibilidad y el interés de ubicar puntos comunes para desentrañar las convicciones históricas, los principios e ideales que subyacen detrás del argumento de esos sectores, son acusados de antipatrióticos
Experiencias de países más desarrollados que gozan de inclusión social, tienen en su haber un historial de justicia social, económica de lo que significar ser un ciudadano y su trato con los extranjeros.
Por lo pronto, en ambos bordes de esta isla, el discurso público no da oportunidad para hacer justicia en un debate abierto, democrático, público y de oportunidades, que conecte con cada comunidad y de paso a la libertad en lugar de la incitación.